Cuando un periodista le preguntó «si una niña que crece católica tendrá algún día la oportunidad de ser diácono y participar como miembro del clero en la vida de la Iglesia?", Francisco respondió simplemente con un “No” categórico.

Este «No» es un paso atrás, tras 60 años de debates, además de ser una traición al espíritu de diálogo del Sínodo sobre la sinodalidad y una profunda injusticia. Con este «No», la Iglesia también da la espalda a sus miembros más activos. ¿Se ha preguntado Francisco cómo sería la Iglesia si las mujeres católicas también dijeran «No»?

Hoy, las mujeres comprometidas con el Evangelio se preguntan: ¿POR QUÉ YO NO?
→ ¿Yo, que soy una voluntaria indispensable en mi parroquia?
→ ¿Yo, que transmite la Palabra y la fe a través de la catequesis y la capellanía?
→ ¿Yo, religiosa al servicio de los más pobres entre los pobres?

Nosotras las mujeres, que ya somos diáconos a la fuerza por las circunstancias de muchos lugares, debemos atrevernos por fin a salir de nuestro silencio. Exijamos ser reconocidas, exijamos participar plenamente en las decisiones de la Iglesia, exijamos que nunca más se nos cierre la puerta. La Iglesia no existe sin nosotras.